Historia de nuestros caldos
Es a partir de 1531 cuando se tiene constancia del poblamiento definitivo de Tomelloso, íntimamente relacionado con las cañadas de la Mesta. Tomelloso se comenzó a poblar en 1530 en tierras baldías de la villa de Socuéllamos, en torno a un viejo pozo utilizado por los pastores de la zona para abrevar a sus ganados (el pozo Tomilloso), y al lado de los restos de un antiguo villar. Este pozo, además, se encontraba situado en un cruce de caminos muy ventajoso: en la confluencia de un ramal de la Cañada Conquense con la vereda que se dirigía a Alhambra, y muy próximo al Real Camino de Carreteros que conducía a Valencia y Murcia.
Nace así Tomelloso como unas quinterías de labor de vecinos de Socuéllamos para explotar esas tierras baldías a las que pronto se unirían nuevas quinterías de vecinos de villas cercanas. El suelo donde ve su origen Tomelloso pertenecía a la Orden Militar de Santiago y a su Encomienda de Socuéllamos. Es por tanto Tomelloso desde su nacimiento un lugar de señorío, dependiente de una de las Órdenes Militares más importantes de la Península Ibérica, a la que estaría adscrito hasta la supresión de estas instituciones en el siglo XIX.
En 1565 esos primeros pobladores, aumentados con nuevos propietarios y con jornaleros atraídos por la posibilidad de obtener trabajo, consiguen facultad para poder tener ayuntamiento, alcaldes y regidores, pero siempre bajo la autoridad de la villa matriz a cuya jurisdicción Tomelloso pertenecía desde su nacimiento, esto es, Socuéllamos.
Pocos años después, en 1589, y previo pago de una determinada cantidad de maravedís a la Corona, Tomelloso va a conseguir su independencia de Socuéllamos, haciéndose villa de por sí y pudiendo gozar de la jurisdicción civil y criminal en idénticas condiciones que el resto de las villas de la Orden de Santiago.
Socuéllamos, atento a las pérdidas que tal independencia podría suponer en sus rentas, así como al hecho de que una buena parte de su término se había desgajado para ser dado a Tomelloso como término municipal, apeló esta concesión de independencia. Tras varias pujas y un engorroso proceso judicial ante el Consejo de Hacienda, Tomelloso pierde su independencia en 1592, volviendo a depender de Socuéllamos y de sus justicias, aunque conservando una jurisdicción limitada para pleitos de poca cuantía.
En esta situación de pedanía de Socuéllamos se mantendrá Tomelloso hasta el siglo XVIII, en que la pujanza de la población, el hecho de haber sobrepasado en habitantes a su matriz y los agravios a los que se veían sometidos sus vecinos, motivó una nueva petición de exención de villazgo, que le fue concedida finalmente en 1758 de manos de Carlos III. Ahora bien, diferencias en cuanto al término adjudicado a la nueva villa, así como al pago indemnizatorio a Socuéllamos, dilataron la efectividad de esta independencia hasta 1769, en que conciliadas las dos villas lograron un acuerdo definitivo que puso fin a más de 200 años de dependencia de Tomelloso de Socuéllamos.
Durante el largo intervalo de tiempo que transcurrió desde la pérdida de la primera independencia hasta la consecución de su definitiva exención, Tomelloso se va a beneficiar del declive de Socuéllamos y Argamasilla de Alba para aumentar su población. Esto es así porque graves problemas de inundaciones y mortandades acaecidas en Socuéllamos durante el siglo XVII, así como la marcha de familias importantes de la villa de Argamasilla de Alba que habían impulsado su inicial crecimiento, propiciaron que buena parte de su población las abandonase recalando bastantes de ellos en Tomelloso, a salvo tanto de unos factores como de otros.
También durante el siglo XVIII va a experimentar Tomelloso un cambio en su fuente principal económica, vinculada desde su nacimiento a la explotación cerealística de sus tierras. Así, desde mitad de ese siglo se va a empezar a introducir la vid entre sus cultivos, si bien al principio de forma tímida, hasta alcanzar su etapa de apogeo durante el último cuarto del siglo XIX y primera mitad del XX, en que se va a convertir prácticamente en un monocultivo.
El detonante último de la enorme expansión del cultivo de la vid en Tomelloso y en La Mancha en general no fue otro que la muy desastrosa plaga de filoxera que afectó a los viñedos franceses en la segunda mitad del siglo XIX, y que en cambio sí fue bien soportada por las vides de La Mancha, con lo que la subsiguiente necesidad de atender a un mercado que se había quedado totalmente desabastecido propició un considerable filón económico para esta comarca.
La necesidad de nueva mano de obra para hacer frente a la ingente cantidad de tierras plantadas de vid en Tomelloso y pueblos comarcanos, propiedad muchas de ellas de vecinos de Tomelloso, hizo que importantes recursos humanos recalaran nuevamente en esta población desde finales del siglo XIX y durante todo el primer tercio del siglo XX, superando Tomelloso ya en la década de 1920 la cifra de 20.000 habitantes y consiguiendo, previa petición de su ayuntamiento, el título de ciudad en 1927.
La enorme producción vínica, unida a las pésimas vías de comunicación de la localidad, propiciaron el desarrollo de gran número de alcoholeras desde finales del siglo XIX hasta mitad del siglo XX, las cuales mediante destilación alcohólica reducían el volumen de la producción vínica facilitando así su transporte y comercialización. Estas alcoholeras, en un primer momento propiedad de vecinos de Tomelloso y más tarde de importantes empresas del sector alcoholero nacional, llevaron a Tomelloso a ser el primer productor de alcohol vínico del mundo a mitad del siglo XX, posición que sigue ocupando hoy en día.
A partir de la década de 1950, la crisis del campo aparejada a su progresiva mecanización mermaron la población de Tomelloso entorno a un 15% desde el máximo de 32.000 habitantes censados en 1954. Y eso no obstante a la puesta en funcionamiento del pantano de Peñarroya en 1959, en la cabecera del Guadiana, que propició que nuevos cultivos, hasta entonces prácticamente vedados por el clima estepario de la zona, fueran haciéndose un hueco cada vez más importante dentro del monocultivo de la vid, como fue el caso del melón, que acabaría dando renombre a la población fuera de sus fronteras comarcales.
A partir de finales de la década de los 80 del siglo XX la pequeña y mediana industria experimentan, fruto del carácter emprendedor de sus vecinos, un auge notable, sobresaliendo sobre las demás localidades de su alrededor, pero siempre gravadas por la escasa o casi nula implantación de servicios de las administraciones públicas en la localidad, en clara desventaja con respecto a otras poblaciones de similar tamaño de La Mancha.
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